preminente en Agudeza Espiritual
Afortunado desde su nacimiento.
El ojo espiritual para percibir la verdad del mundo, y las vidas y las muertes de los demás, estaba más altamente desarrollado en Aniruddha, primo por parte paterna de Shakyamuni, que en ningún otro discípulo. Nacido en el seno de una familia acaudalada, disfrutó de una vida libre de penurias. Cuatro niñeras cuidaron de él en su infancia. Al crecer, se le dio una vasta educación que incluía aritmética y artes. Cautivó a sus colegas por su buena apariencia y cuerpo bien proporcionado. Los miembros de su casa estaban asombrados por los milagros que se le asociaban. Se decía, por ejemplo, que el agua sucia que recogía en su mano de un charco turbio se convertía inmediatamente en agua dulce y suficientemente pura como para ser potable. Todo el mundo a su alrededor llegó a creer firmemente en que había sido distinguido con bendiciones especiales desde el nacimiento.
Empujado hacia la vida religiosa.
Posteriormente observó que muchos hombres jóvenes de la tribu Shakya daban la espalda a la vida secular en favor de la búsqueda religiosa. Tal observación, más algo que su hermano mayor le dijo, le hizo pensar seriamente. Su hermano había comentado, "Tristemente, nadie de nuestra familiar ha partido para una vida religiosa. Uno de nosotros -tú o yo- debería dar este paso." Trataron el asunto y decidieron que su hermano era quien mejor preparado estaba para la labor física de mantener la hacienda familiar, mientras que Aniruddha debería dejar el hogar para entregarse a una vida de disciplina religiosa.
En cuanto hubo tomado tal decisión, una oleada de entusiasmo por alcanzar su objetivo empezó a recorrerle el cuerpo. Vacilante de dejarle ir, su madre transigió a darle permiso solo a condición de que su amigo más próximo, el príncipe Bhaddiya, fuera con él. Al principio, ante las súplicas de Aniruddha, el príncipe puso reparos, pidiéndole un retraso de siete años. Pero Aniruddha se las ingenió para convencerlo y, siete días más tarde, los dos juntos dejaron el hogar y la vida secular.
El abandono del orgullo.
En su deseo de alcanzar la iluminación, Aniruddha se entregó enteramente a la disciplina, de un modo que parece haber alimentado su orgullo. Cierta vez en la que Shariputra, preminente en sabiduría, le llamó la atención por algo, respondió orgullosamente, "Ya he alcanzado el ojo divino que ve a través de este mundo y el otro mundo. No obstante, no importa cuán duro me discipline a mí mismo, todavía no he alcanzado el reino de la iluminación perfecta. ¿Tienes algún buen consejo que darme?"
Shariputra respondió tranquilamente, "Aniruddha, sólo el arrogante habla sobre sus logros y sobre la autodisciplina entusiasta. Si abandonas el orgullo y te consagras con diligencia día tras día, la luz se volverá visible por sí misma." Las palabras de Shariputra devolvieron a la humildad a la joven y maleable mente de Aniruddha. A partir de ese momento, absorto en el entrenamiento, se aproximó al reino de la iluminación paso a paso.
Enseñando a una prostituta.
En cierta ocasión, la buena apariencia de Aniruddha tuvo un efecto sorprendente. Hacia el anochecer de un día en el que estaba viajando a Kosala, empezó a buscar un lugar en el que pasar la noche. Los lugareños le condujeron a una casa en la que vivía una prostituta. Aniruddha permaneció fuera, pero pidió un lugar bajo el alero donde pudiera meditar. Los clientes llegaron, y la prostituta intentó tentar también a Aniruddha para que entrara. En esta coyuntura, usando sus poderes sobrenaturales, levitó y permaneció sentado y suspendido en el aire vuelto hacia la prostituta. Se dice que, al ver esto, juntó sus manos en actitud de oración y escuchó sinceramente a Aniruddha mientras éste le exponía la Ley.
El ojo divino.
Su propia extraordinaria diligencia hizo que Aniruddha fuera elogiado como el preminente poseedor del Ojo Divino, es decir, de la visión penetrante o agudeza espiritual. Una vez, cansado por el entrenamiento y la disciplina, se puso a dormitar mientras Shakyamuni estaba dando una enseñanza. Shakyamuni le reprendió como sigue:
"Aniruddha, ¿por qué decidiste convertirte en monje?"
Aniruddha replicó, "Porque me disgusta el sufrimiento del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte."
"Si ese es en efecto el caso, ¿por qué te quedas dormido justo ahora?"
"Oh, Reverenciado Shakyamuni, nunca más volveré a quedarme dormido ante el Buda. Mantendré este voto sin importar lo que le ocurra a este cuerpo", dijo.
Como hombre de palabra, Aniruddha nunca volvió a dormirse de nuevo cuando estuvo al lado de Shakyamuni. Consciente de que esto podría constarle su visión penetrante, Shakyamuni le dijo una vez:
"Alimentarse es necesario para todas las cosas. Para los ojos, dormir es alimento. Para la mente, la Ley es alimento."
Aniruddha le preguntó entonces, "¿Y el Nirvana?"
"La diligencia incesante es el alimento del Nirvana", respondió Shakyamuni.
"Entonces," dijo Aniruddha, "seré diligente incesantemente en la práctica y nunca dormiré."
Profundamente conmovido por su aspiración, Shakyamuni decidió dejar a Aniruddha que hiciese lo que deseara. Y, de hecho, Aniruddha perdió su visión espiritual. Pero al mismo tiempo, se abrió su ojo de la mente. Y de este modo nació el primer monje con el Ojo Divino.
La compasión de Shakyamuni.
Después de que Aniruddha perdiera su agudeza, Shakyamuni adoptó una perspectiva especialmente compasiva hacia él. En una ocasión, cuando sus hábitos se habían vuelto andrajosos, Aniruddha usó sus poderes sobrenaturales para invocar a alguien que, reparándoselos, quisiera adquirir mérito.
Oyendo su voz, Shakyamuni fue a él y extendió su mano. Pero Aniruddha dijo, "Reverenciado Shakyamuni, estos hábitos son para alguien que desea adquirir mérito ayudando a otros, no para alguien como tú, que ya ha alcanzado la budeidad." A lo que Shakyamuni respondió, "Deseo la felicidad tanto como cualquier otro. Un buda busca la felicidad por la salvación de todos los seres vivos".
Aniruddha recordó esta expresión del corazón inmensamente compasivo de Shakyamuni todos y cada uno de los días de su vida.