11.11.08

Rahula

un modesto miembro de la orden


El hijo de Sakyamuni.

Sakyamuni tenía 29 años cuando Rahula, su único hijo y más tarde uno de los Diez Principales Discípulos, nació. Poco después, Sakyamuni abandonó la vida secular con propósitos religiosos. A pesar de no ver a su padre durante años, Rahula, como heredero del reino, tuvo una infancia feliz en Kapilavastu, ciudad principal de la tribu Sakya, rodeado de gente afectuosa.

Ambos se encontraron por primera vez seis años después, cuando Sakyamuni, que había alcanzado la iluminación, estaba visitando su ciudad natal. Rahula fue incapaz de ocultar su timidez y confusión. Tomando su mano, su madre le dijo tiernamente: “Príncipe, mira. La radiante persona rodeada por muchos discípulos es tu padre.” En el rostro de Sakyamuni había una expresión serena cuando, con pecho tembloroso, Rahula se le acercó y le dijo, “¿Eres mi padre? Estando así a tu lado aporta una gran paz a mi corazón.” Entonces, como si todos aquellos años se hubieran desvanecido, el chico empezó a hablar sobre muchas cosas.

Había un gran tesoro en Kapilavastu que nadie había tocado desde la partida de Sakyamuni. La madre de Rahula le dio instrucciones para que pidiera a Sakyamuni que le confiara el tesoro para la sucesión real. Pero, sin dar ninguna respuesta, Sakyamuni partió.

En su corazón, Sakyamuni tenía la intención de conceder a su hijo el tesoro mucho mayor de las enseñanzas budistas. Convocando a su discípulo Sariputra, le dio instrucciones para que hiciera que su hijo renunciara a la vida secular para seguir la vida religiosa. Actuando para Sakyamuni, Sariputra, que era conocido como el Primero en Sabiduría, explicó al niño de manera comprensible la vía del Buda. Entonces, Rahula decidió convertirse en novicio y disciplinarse bajo la dirección de Sariputra.


El novicio inocente.

Parecía que, debido a la alegría que sentía por estar al lado de su padre y el placer que tenía por aprender, Rahula cambió sin mucho sacrificio su antigua forma de vida lujosa por la vida de disciplina monástica. Cuando se despertaba pronto por la mañana, tenía la costumbre de tomar un puñado de arena y rezar para poder aprender ese día tantas enseñanzas como granos de arena había en su mano. Esto dibujó sonrisas en los rostros de los monjes de formación más ancianos.

Por otra parte, podía ser infantilmente travieso. Por ejemplo, podía decir deliberadamente a los visitantes laicos que Sakyamuni no estaba cuando, de hecho, estaba. Rahula disfrutaba viendo la perplejidad en sus caras. Sakyamuni le corrigió serenamente por mentir de esta manera.


Serio y considerado.
Durmiendo en el baño.

Sobreviven historias que revelan cómo, a medida que progresó, día a día, bajo la dirección directa de Sariputra, Rahula se convirtió en una persona seria y considerada. Una vez, cuando Sakyamuni estaba enseñando en cierto pueblo surgió el tema de los novicios que dormían en los cuartos de los monjes de formación después de la enseñanza de la tarde. Sin haber recibido todavía los 250 preceptos pensados para ellos, muchos de los novicios hablaban en sueños o dormían en posturas inapropiadas. Por este motivo, Sakyamuni estableció la norma de que la gente que no había recibido los preceptos, no debía dormir en los cuartos de los monjes. Sin embargo, un novicio, como el hijo de Sakyamuni, Rahula, podía haber tenido una habitación para él. Pero, siempre ansioso por cumplir las normas, buscó un lugar para dormir y lo encontró en el baño de Sakyamuni. Profundamente impresionados, los monjes en formación elogiaron la seriedad de Rahula.


Zumo de mango filial.

Rahula tenía gran consideración por su madre, quien siguió a su hijo en la renuncia a la vida secular. En una ocasión, estaba muy preocupado porque ella sufría de terribles dolores de estómago. Ella creía que un zumo de mango azucarado la aliviaría. Ansioso por conseguir un poco, Rahula habló del tema con Sariputra.

El zumo de mango era un lujo fuera del alcance de los monjes mendicantes. Aun así, Sariputra estaba tocado por la profunda preocupación de Rahula por su madre y viajó a la ciudad de Savatthi para pedir ayuda al Rey Pasenadi de Kosala. Se dio el caso de que ambos toparon con un criado que trabajaba en un huerto y que llevaba una cesta llena de mangos. Movido por la historia de Sariputra, Pasenadi tomó un mango de la cesta, lo peló, lo espolvoreó con azúcar, y se lo dio.

Afectuosamente, Rahula dio la fruta a su madre, quien la comió y pronto se sintió mejor, puesto que volvió a tener las mejillas sonrosadas.


Iluminación mediante la compasión de Sakyamuni.

Atento al desarrollo espiritual de su hijo, Sakyamuni sabía de forma intuitiva cuándo había llegado el momento para la iluminación de Rahula. Le dirigió compasivamente, no como hijo, sino como discípulo ansioso por aprender y le explicó cómo deshacerse de toda ilusión. Le dijo que se preparara para acompañarle al bosque de Andhavana para la meditación zazen. En el bosque, Sakyamuni se sentó en zazen, y Rahula hizo lo mismo a su lado. Entonces, Sakyamuni le dijo que contestara algunas preguntas. Ambos estaban inmersos en un diálogo hasta que finalmente, después de que Sakyamuni hubiera resumido su enseñanza, Rahula sintió su mente aclarada y experimentó la iluminación. Aprendiendo de esto, los otros monjes le llamaron Rahulabhadda (Rahula, el Afortunado) por haber nacido como hijo de Sakyamuni y por haber alcanzado la genuina iluminación.

Rahula, que murió antes que Sakyamuni y Sariputra, está entre los Diez Principales Discípulos, no por ser hijo de su padre, sino porque, como modesto miembro de la Orden, se ganó la total confianza de todos los asociados por su diligencia en el aprendizaje.

 
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