honorable pobreza y altruismo
Unos recién casados que querían renunciar al mundo.
Mahakashyapa nació en la poderosa tribu Kashyapa en el pueblo de Mahatitta en el antiguo reino indio de Magadha (actualmente al sur de Bihar). Originalmente, fue llamado Pippala porque se decía que había nacido mientras su madre descansaba bajo un pipal (árbol de la bodhi).
Innatamente inteligente, a la edad de ocho años había conocido los preceptos brahmánicos y demostrado talento en todas las áreas de la enseñanza y del arte. De todas formas, a medida que iba creciendo, empezó a disgustarle el torbellino de deseos que acompañaba los placeres de la vida de un acaudalado brahmín y deseó renunciar a la vida secular para emprender la búsqueda espiritual.
Sus padres, contrarios a la idea, ansiaban que se casara y siguiera con el linaje de la familia. Para tranquilizarles, aunque fuera en contra de su voluntad, se casó. De todas formas, resultó que su nueva mujer también deseaba renunciar a la vida secular. Y, a pesar de estar casados, ambos hicieron el voto de vivir una vida pura libre de todo deseo.
El encuentro con Sakyamuni.
Un día, doce años después, después de morir los padres de ambos, Pippala observó un gran número de gusanos en unas judías puestas a secar en una esterilla y se entristeció por las muchas pequeñas vidas que había estado tomando inconscientemente día tras día. Después de esto, decidió emprender la vida religiosa.
Saliendo en busca de un buen maestro y prometiendo informar a su mujer cuando lo hubiera encontrado, empezó su anhelada vida de formación religiosa. Se dice que el mismo día en que Pippala tomó su decisión, Sakyamuni alcanzó la iluminación bajo el árbol de la bodhi.
Por ser un miembro de la tribu Kashyapa, Pippala recibió el nombre de Gran Kashyapa, o Mahakashyapa. Un día, mientras estaba viajando de pueblo en pueblo en disciplina religiosa, se topó con Sakyamuni rodeado por muchos discípulos. Sobrecogido por la gran nobleza de Sakyamuni, Mahakashyapa se postró y, proclamando que no había otro maestro para él, pidió ser aceptado como discípulo.
Percibiendo la total honestidad de Mahakashyapa, Sakyamuni le instruyó asiduamente en las enseñanzas. Y, en ocho días, Mahakashyapa alcanzó la iluminación. Su mujer se hizo monja y, después de someterse a la disciplina religiosa, alcanzó también la iluminación.
La felicidad en la comida humilde.
Mahakashyapa fue el más estricto de todos los discípulos en las prácticas ascéticas. Abandonó todo interés por la comida, la ropa y la casa, y vivió una vida simple con los requisitos mínimos para mantenerse vivo. Se atuvo a las doce prácticas designadas para eliminar todas las formas de ataduras.
1. Formarse en un lugar silencioso lejos de las viviendas humanas.
2. Comer únicamente comida conseguida mediante la mendicidad religiosa.
3. Mendigar de puerta en puerta ordenadamente, sin saltarse ninguna y sin tener en cuenta si era una morada rica o pobre.
4. Limitar la limosna a una comida por día.
5. Comer moderadamente.
6. No comer nada después del mediodía.
7. Hacer prendas de vestir de harapos desechados.
8. Tener únicamente el hábito prescrito por Sakyamuni.
9. Vivir en un cementerio.
10. Vivir debajo de un árbol en un bosque silencioso.
11. Sentarse en tierra desocupada.
12. Estar siempre sentado y nunca tumbado.
La siguiente anécdota muestra hasta qué punto Mahakashyapa se atuvo a estas normas. “Entrando en un pueblo para mendigar, me acerqué cortésmente a un hombre muy enfermo quien extendió una mano en estado de putrefacción que contenía una pequeña cantidad de arroz. Cuando el hombre echó el arroz en mi cuenco de mendicación, uno de sus dedos putrefactos también cayó en él. Me senté al lado de una cerca e ingerí la comida. Me sentía lleno de gratitud.”
Ignorando los finos manjares de los ricos, Mahakashyapa siempre pidió a los pobres. Sus toscos ofrecimientos le deleitaban porque, recibiéndolos, proporcionaba a los donantes oportunidades para obtener méritos. Cierto pueblo no sabía qué hacer para tratar con algunos rapaces monjes en formación. Mahakashyapa se ganó el profundo respeto de los aldeanos explicándoles qué hacer para vivir con paz mental. Incluso cuando Sakyamuni estaba en el grupo, en algunas ocasiones, los niños se apresuraban para hacer ofrendas a Mahakashyapa.
Asceta de toda la vida.
Cuando Mahakashyapa se hizo mayor, Sakyamuni empezó a preocuparse por su condición. Los hábitos formados por harapos probablemente eran pesados y gravosos. Sakyamuni le dijo: “Eres un hombre anciano. ¿Por qué no llevas hábitos más ligeros y limpios y, en vez de estar siempre mendigando, aceptas invitaciones a comidas de creyentes. Hace frío en el bosque. ¿Por qué no vienes y vives en mi templo?”
A pesar de estar agradecido por estas palabras de amable preocupación, Mahakashyapa respondió: “La forma de vida asceta me hace más feliz que cualquier otra cosa. Permaneciendo en ella, pongo un buen ejemplo y animo a generaciones más jóvenes.”
Sakyamuni apreció enormemente su actitud y, sin dejar de mantener un ojo de cuidadoso sobre él, permitió a Mahakashyapa que hiciera lo que deseaba.
Líder de la Orden.
Su profunda sinceridad fue tan altamente apreciada que, en sus últimos años, Mahakashyapa ayudó a Sakyamuni como venerable anciano de la Orden. Cuando se le comunicó la inminente muerte de Sakyamuni, Mahakashyapa estuvo tan sobrecogido por el dolor que se desmayó.
Incluso antes de recuperarse totalmente de su dolor, tomó la importante decisión de recopilar y ordenar el gran número de enseñanzas y preceptos monásticos de Sakyamuni para que pudieran ser transmitidos correctamente a la posteridad. También decidió llevar a cabo preparativos para la tarea ganándose la aprobación de los demás discípulos.
Muy pronto reunió a todos los venerables ancianos en lo fue el Primer Concilio. Entre los presentes se hallaba Ananda, quien habiendo estado constantemente al lado de Sakyamuni, había escuchado el mayor número de sus enseñanzas. Su prodigiosa memoria probó ser valiosa en la recopilación de las enseñanzas.
Mahakashyapa se convirtió en líder de la Orden tanto de hecho como por nombre. Veinte años después de la recopilación de las enseñanzas, siendo consciente de que se acercaba el momento de su propia muerte, confió la Orden a Ananda y escaló el monte Kukkutapadagiri. La tranquilidad de sus últimos momentos fue realmente meritoria de la dignidad del hombre. Esparció hierba sobre el suelo y se sentó encima de ella a meditar, con el hábito y el cuenco de mendicación de Sakyamuni a su lado. Uniendo las palmas de sus manos en actitud reverente y orando por la paz de todos los seres vivientes, entró en el estado de meditación y silenciosamente respiró por última vez. Se dice que en el momento de su muerte las montañas que le rodeaban se desmoronaron con un estruendo y Mahakashyapa se volvió uno con ellas.
Satisfecho con lo mínimo y siempre honesto, Mahakashyapa no fue sólo un gran asceta, sino también, en sus últimos años, el centro unificador de la Orden y la fuerza motora tras la gran tarea de recopilación de las enseñanzas budistas. Se puede decir que el budismo nunca se hubiera desarrollado sin él. El hecho de que un discípulo tan maravilloso le venerara, demuestra la grandeza del mismo Sakyamuni.