20.6.10

El instante del despertar

(Las claves del zen / Thich Nhat Hanh)

Alcanzar la verdad no es acumular conocimientos, sino despertar al corazón de la realidad. La realidad se revela por entero en el momento del despertar. Bajo la luz de ese despertar, nada se añade y nada se pierde. Las emociones basadas en conceptos ya no pueden afectarnos. Si Bodhidharma es la persona ideal, es porque rompió todas las cadenas de la ilusión que nos encierran en el mundo conceptual. Y el martillo que sirve para romper esas cadenas es la práctica del zen.

El momento del despertar puede venir señalado por un golpe de risa. Pero no es la risa de quien ha ganado la lotería y tampoco es la risa de quien ha alcanzado una victoria, sino la de quien, tras una larga y penosa búsqueda de una cosa, la encuentra una mañana en el bolsillo de su traje.

Un día, Buda estaba de pie ante una gran multitud en el monte de los Buitres. Todos esperaban la lección cotidiana, pero él guardaba silencio… Después de algún tiempo, levantó su mano derecha en la que tenía una flor, mirando fijamente a la congregación y sin decir palabra. Todos lo miraban sin comprender nada. Sólo un monje fijó en Buda sus resplandecientes ojos y sonrió. Buda dijo entonces: “Tengo el tesoro de la visión de la realidad sin mancha y los he transmitido a Mahakasyapa”. El monje que sonreía era en efecto Mahakasyapa, un gran discípulo de Buda.

Mahakasyapa había alcanzado el momento del despertar cuando Buda levantó su flor. Al mismo tiempo, recibió el sello de la mente de Buda, si hemos de emplear la terminología zen. Buda transmitió su sabiduría de mente a mente, de corazón a corazón: había tomado el sello de su mente y lo había impreso en la de Mahakasyapa. Esta sonrisa de Mahakasyapa no fue una carcajada, sino que es de la misma naturaleza que las risas de los maestros zen. Mahakasyapa llegó al despertar gracias a una flor; hay maestros zen que han llegado a despertar gracias a un grito estentóreo o a un terrible puntapié.


Pero, ¿es posible un despertar hoy?

El problema que se nos plantea, es el problema del despertar. Lo que nos falta no es una ideología o una doctrina que hayamos de aplicar para salvar al mundo. Lo que nos falta es la conciencia de lo que somos, de lo que es nuestra verdadera situación. Mediante ese despertar volveremos a encontrar nuestra soberanía humana. Estamos montados en un caballo desbocado. El camino de salvación es, pues, una nueva cultura en la que pueda reencontrarse la naturaleza humana.

El budismo zen (como cualquier otra tradición espiritual viva, del Oriente o de Occidente) ha contribuido a la elevación de la vida espiritual del ser humano, iluminando el camino del pensamiento, del arte, de la cultura. Pero como tantas otras cosas, el zen en Asia ha degenerado bajo las fuerzas actuales de la civilización tecnológica.

El desarrollo de la tecnología en los países occidentales ha creado la necesidad de conquistar los países afroasiáticos, de asegurar la posesión de los mercados y de las materias primas. Las guerras de liberación continúan. La guerra absorbe las energías de muchas naciones y agrava el problema del hambre, ya difícil de resolver a causa del rápido aumento de población. Todo esto trastoca la sociedad y la estructura de sus valores morales.

También la tradición del zen ha sido quebrantada. En Vietnam, por ejemplo, la mayoría de los monasterios zen que estaban situados en zonas apartadas y montañosas fueron destruidos por la guerra o por el régimen comunista que le siguió. El gobierno formó su propia iglesia budista para controlar la práctica del budismo en todo el país y sigue, hoy en día, arrestando a los budistas y a otros que reclaman la libertad religiosa. En China, el socialismo ha movilizado a las masas populares para la realización de los planes nacionales del partido, y para aumentar el ejército. En Japón, el desarrollo de la economía ha hecho de él una nación al estilo occidental, en la que muchos valores espirituales han cedido el puesto al materialismo. Los templos y los monasterios han de participar en el tipo de vida económica actual y basarse además en la actuales necesidades sociales de producción y consumo si quieres subsistir. No pueden desempeñar ya su papel de liderazgo espiritual, como en el pasado. El verdadero zen se ve amenazado hasta en la propia tierra en que nació y se desarrolló…

Occidente empieza a conocer el zen cuando éste ha entrado ya en el camino de su deterioro en Asia. Si hay jóvenes e intelectuales de Occidente que aprecian el zen, será quizá porque están hartos de civilización material y de la moda racionalista. La civilización tecnológica, basada en la lógica y la ciencia, ha tocado su punto culminante y comienza a producir crisis y revueltas.

En esa situación, el zen aparece como algo fresco y reconfortante. Y con todo, paradójicamente, los ciudadanos del país de la tradición zen se vuelven hacia una vida de comodidad material y suscriben una política de industrialización intensiva en sus países. Consagran a ello casi totalmente su tiempo y sus energías; y por esa razón cosas como el zen ya no pueden ser importantes… Oriente, y también Occidente, han dado testimonio de la quiebra espiritual humana. No se puede evitar una destrucción total de la raza humana como no se encuentre una nueva dirección cultural en la que el elemento espiritual desempeñe un papel conductor.

Lo que necesitamos no es una doctrina, sino un despertar que pueda restablecer nuestra fuerza espiritual. Lo que hizo de la lucha de Mahatma Gandhi un éxito enorme no fue una doctrina, “aunque esa doctrina haya sido la no-violencia”, sino la propia personalidad de Gandhi. En nuestros días se estudia mucho la doctrina de la no-violencia y se intenta aplicarla por todas partes; pero no se acierta a encontrar la vitalidad del tiempo de Gandhi. La razón es que los seguidores de Gandhi no tienen su fuerza espiritual. Tienen fe en su doctrina, pero no pueden desencadenar un movimiento de gran solidaridad, porque ninguno de ellos tiene la fuerza espiritual de un Gandhi, y por tanto no puede producir suficiente pasión y suficiente sacrificio.

Pero si continuamos arrastrados por la máquina actual de producción y de consumo, será muy difícil llegar a construir nuestra fuerza espiritual. Gandhi vestía con la mayor sencillez, iba a pie, comía frugalmente. La sencillez de su vida da testimonio no sólo de su libertad ante el condicionamiento de las cosas materiales, sino también de una ingente fuerza espiritual. El único punto de partida que necesitamos hacia la nueva civilización no puede ser otro que nuestra decisión de no dejarnos invadir más tiempo por los bienes materiales, de no contribuir ya a la consolidación del actual sistema de producción y consumo.

Los que estén decididos a luchar contra el engranaje y en pro de la recuperación de la naturaleza humana pueden considerarse personas de vanguardia. Muchos jóvenes que viven en la abundancia material se han rebelado. Dieron con una nueva necesidad: la necesidad de ser humanos. En realidad, eso no es nada nuevo; es una de las necesidades humanas fundamentales, asfixiada por otras necesidades arbitrarias. Y esa necesidad podemos considerarla como nuestra mayor esperanza: es el elemento que hará nacer y desarrollarse la nueva civilización de la humanidad del porvenir.

La primera fase de esa civilización ha de ser la creación de condiciones sociales en las que se pueda vivir de manera humana. Las personas “despiertas” formarán ciertamente pequeñas comunidades en las que la vida material pueda ser sencilla y sana. El tiempo y la energía se dedicarán al enriquecimiento espiritual. Esas comunidades serán como modernos monasterios zen en los que no habrá dogma alguno. Allí se sanará de la enfermedad del tiempo, se adquirirá la salud espiritual; y lo que se produzca en materia de arte y pensamiento contribuirá al nuevo “camino”.

En Oriente todavía hay monasterios zen y la influencia del zen sigue vigente en la literatura, el arte y las costumbres. Pero los jóvenes occidentales parecen más interesados por el zen que los de Oriente, que están preocupados por el desarrollo material y la industrialización. No han probado aún la amargura del materialismo ni la naturaleza inhumana de la civilización técnica. El renacimiento del budismo en no pocos países asiáticos en la actualidad ha sido indirectamente obra de intelectuales occidentales que con sus estudios e investigaciones han manifestado su admiración por el pensamiento y el arte budistas. Ellos son los que han ayudado a devolver a los asiáticos la confianza en su propia herencia cultural. Y otro tanto se produce ahora con el budismo zen. Precisamente porque los occidentales se interesan por el zen, muchos orientales vuelven a su propia tradición espiritual.

Es claro que la revuelta de los “despiertos” contra el “sistema” parece muy difícil; sin embargo, están perfectamente determinados a incidir en él. La cuestión que se plantea hoy es la siguiente: ¿qué hemos de hacer para no dejarnos atrapar por el engranaje? El empeño en los conflictos políticos y económicos no parece que sea la respuesta.

Las miradas se vuelven hacia Oriente para buscar nuevas fuentes de inspiración. En la espiritualidad oriental se halla una tendencia a la armonía universal que refresca el corazón. Oriente, aunque pobre, no ha sufrido los niveles de fanatismo y violencia propios de Occidente. Pero ha sido oprimido. Oriente se levantó ya para combatir a Occidente con las armas que éste había empleado contra él. De ahí las dificultades que ha tenido Occidente para establecer el diálogo con Oriente. En su esfuerzo para aprender de Occidente la tecnología que le permitiera defenderse, Oriente sabe que ha de ser modesto y estar dispuesto a acoger todo lo que no conoce. Pero la mayoría de los occidentales no tienen esa virtud de la modestia en su aproximación a Oriente. Están muy satisfechos de sus principios; permanecen apegados a los criterios y a valores de su propia civilización, aunque estén deseando conocer el Oriente. Tienen miedo de perder su identidad y ésa es la principal causa de sus dificultades.

Hoy la gente busca mejorar su vida,
Va a centros de relajación, masajes, shiatsu, Reiki, etc.
Buscamos que nos hagan encontrarnos mejor.
Sin embargo, el zen del que tanto se habla:
La moda zen, muebles zen, pensamiento zen…
Se deja a un lado,
Porque la gente ha descubierto que la practica del zen
No te la da nadie, tienes que practicarla tu,
Hay que Poner toda la “carne” en el asador
Y enfrentarte “frente al espejo”.
El zen es la gran “cura”,
Pero parece ser que no nos atrevemos a entrar en el quirófano.
o
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